jueves, 20 de mayo de 2010

Soplando un poquito...

Soplando un poquito, dándole un poco de aliento a este blog que cada vez está más muerto...Ya, ya, es mi culpa (¿de quién si no? ¬¬U), he estado algo ocupada, y bueno...sé que cuanto menos haya que leer mejor, estoy preocupada, 1231 palabras...¿demasiado? :( así que no me enrrollo más:

...


Capítulo 1


El único día que aún recuerdo



El único día que aún recuerdo pertenece a un caluroso mes de agosto.

Sin embargo, como si tuviera la intención de destacar ante sus predecesores, ese día las aceras fueron bañadas por una de esas afiladas lluvias, de las que caen con tanta fuerza que en vez de acariciar golpean, sin ni siquiera darte tiempo a reaccionar, a devolver el golpe.

Ese día no me pilló callejeando sin rumbo por las calles de una ciudad que no conozco, al contrario de tantos otros. Aquel preciso día tuve que conformarme con oír el murmullo de las gotas golpeando el techo de los coches. He de reconocer que hubiera dado cualquier cosa, de las que se pueden dar, claro, por ser uno de esos afortunados trozos de metal.

Pero ellas tenían otros planes para mí.

Ellas son, simplemente, ellas. O al menos así es como me he referido a “ellas” desde que tengo conciencia. Ellas son voces, voces que me hablan constantemente, y que preocupantemente solo yo oigo.

Desearía no oírlas.

Siempre están ahí, recordándome que mi existencia en si es miserable, reprochándome cada mínimo error que comento. Pero ya es tarde. He aprendido a vivir con ellas.

Aquel día, en aquel momento, en aquel segundo, ellas habían desaparecido, no estaban. Quizás sea porque en esa oscura habitación no había oxígeno suficiente para todos: la ley del más fuerte. Y por una vez me atreví a imponerme, posiblemente fuera que lo que podía perder era demasiado importante para mí.

Odio la palabra perder.

Como iba diciendo, el ambiente dentro de esas cuatro paredes era cargado. Solo dos personas respirando, a diferentes ritmos, y miles de confusos pensamientos a la búsqueda de una esquinita para ellos solos. Ceños fruncidos, muecas de dolor, y el inconfundible y metálico olor a sangre, flotando e inundando por completo la pequeña estancia.

E igualmente, pese a que me esforzaba en ocultarlo, a mí también.

Él se hallaba tumbado como podía en un viejo y andrajoso sofá. Sus oscuros ojos fuertemente apretados. Se agarraba a mí férreamente, haciéndome daño, como si creyera que soltándome caería a un oscuro abismo. Creo que lloraba, no lo puedo asegurar, pues de hacerlo las lágrimas se hubieran confundido con el sudor de su frente. Pero estaba claro que sufría, sufría lo inimaginable.

Habría pagado el precio que hiciera falta, y no lo digo con la mínima intención de quedar bien, por cambiarme por él, y que fuera a mí al que le estuvieran sacando una bala del hombro.

Y es que me torturaba la idea de pensar que en parte era mi jodida culpa.

Os puedo asegurar que cada vez que oía uno de sus desgarradores gritos, esa bala también me atravesaba a mí.

Llamar a una ambulancia: la opción más tentadora, y por azares del destino, a la vez la más inconcebible, ¿por qué? Por las preguntas, que las habría, todas ellas carentes de una respuesta que no implicara verse declarando en una comisaría, con sus veinte años de cárcel correspondientes, en el mejor de los casos. Pero yo en esos momentos estaba demasiado concentrado en extraer una bala de un cuerpo que se convulsionaba con unas simples pinzas…vamos, como para pensar en estúpidas y complicadas consecuencias…Además, para empeorar la cosa, mi pulso en esos momentos dejaba mucho que desear: todo mi cuerpo se estremecía cada vez que él intentaba respirar, exhalando con fuerza, temía tanto de que fuese la última vez que lo hiciese…

Con la mano restante, la derecha, ya que soy zurdo más o menos desde que nací, hundía los dedos en su oscuro pelo, casi tanto como sus ojos, y lo acariciaba, lo masajeaba, con la mirada fija en su herida, pendiente de cualquier quejido fuera de lo normal. De un tirón junté nuestras frentes, por fin volví a experimentar la seguridad, y a la vez el temor, que me proporcionaba su único e inconfundible calor.

Susurré palabras de aliento, que chocaban contra sus labios entreabiertos, y pude saborear el aliento a sangre, líquido arrebatador, que emanaba de éstos.

Me volví loco.

Apenas escasos milímetros nos separaban, me separaban a mí de su infierno particular, cuando un gemido que salió a trompicones de su garganta me devolvió a la realidad, no a la mía, ni a la suya, a otra realidad paralela, la que yo tanto detestaba, ¿había demasiada sangre o me lo parecía a mí? Entonces fue cuando abrió los ojos, lentamente, y me empecé a preocupar de verdad.

Sé que detrás de esa niebla, de esa mirada perdida, algo me buscaba, algo que cada vez se deshacía más en ese vacío, y que intentaba con todas sus fuerzas emerger.

Pero no podía.

Era incapaz, sé que lo perdía, se estaba muriendo, ¡se estaba muriendo, joder! Jo recuerdo nítidamente, como la histeria se hacía paso a empujones por cada nervio de mi cuerpo.

Como él intentaba mirarme a los ojos en todo momento, sin conseguir nada más que preocuparme.

Topé con algo.

Haciéndome paso con las pinzas entre la carne perforada, al fin di con algo. Creo que él también lo sintió, más que nada por la mirada que, por unos escasos momentos, creí mía. Reí. Sus ojos enamorados también lo hicieron, sobreponiéndose a cualquier tipi de dolor, pero ningún otro músculo de su cara respondió a mi particular derrame de alegría. Lo interpreté como una mala señal, mas no perdí la compostura. Era un juego a todo o nada. Y ese juego se jugaba ahora.

Apreté más el improvisado torniquete, y acto seguido empiné una botella de coñac en su boca, obligándole a beber.

Lo hizo con gusto, con ansia, como si bebiera por primera vez en muchísimo tiempo, vaciando el contenido de ese recipiente para veneno a una velocidad prodigiosa. Si no moría desangrado, lo haría de un coma etílico sin duda. Hasta que tosió y aparté de golpe la botella de sus labios, derramando la mayoría de líquido restante por todo su cuerpo.

Cuando volvió mi mirada a sus ojos, reconocí en ellos un brillo diferente.

Tanto, tantísimo tiempo extrañando un contacto tan extremadamente íntimo, sin apenas un roce, que había olvidado de sus ojos, cuando en ellos entrada con furia la pasión. Nos miramos. Él me examinó el alma y yo hice un tanto de lo mismo con la suya. Ya no gemía, ya no gritaba, se me ocurrió pensar que probablemente había olvidado la bala. Qué tontería. Nada más lejos de la realidad.

Lo entendí. Me acerqué hasta él, aproximé mi rostro, y se lo regalé, se lo regalé absolutamente todo.

No había deseo ni ansias en aquel beso, me contuve como pude a pesar de haber deseado tanto tiempo ese perdido contacto, dejándole hacer a él, que acariciaba suavemente mis labios, abriendo y cerrando la boca como un pez que necesita respirar. Me estaba respirando a mí, y de repente…

Paró en seco.

Apresando entre sus dientes mi labio inferior, dándome pista libre para hacer lo que tuviera que hacer. Me hubiera gustado retrasar minutos más ese momento, me lo impidió el saber que a cada segundo que pasaba él se retorcía por dentro de dolor.

Cogí con fuerza las pinzas. Cerré los ojos, maldiciendo el no poder también cerrar los oídos. Con la otra mano lo junté a mí, intentando así darle motivos para que no se rindiera. ¿Sería yo suficiente motivo?

CONTINUARÁ...
 
...
Vale, ahora quiero opiniones...¿qué os ha parecido? ¿Borro esta entrada y hago como si nunca hubiese existido?...¿Demasiado larga? ¿Las siguientes más cortas o más largas? Venga, ayudarme a darle un poquito de vida a este blog :3

2 preciosos comentarios:

Anónimo dijo...

¿Esa fue la historia que leí en la libreta negra?
Me encanta. Aunque hay que reconocer que muchas veces me he metido en tu blog, y no me he animado ha leermelo por su largura ni más ni menos... Me podrías haber dicho antes que era esta historia. Oye, ¿¿de donde has sacado esa foto tan maravillosamente preciosa???

Por cierto te he pillado, tienes una falta de ortografía, seguramente un simple error al teclear que te perdonaré.

Repito: me encanta (LLLLL)

Lúcida dijo...

Aaaais, muchísmas gracias! ^^ (que mooona xD)
La foto...pues paciencia, y una buena página para todo lo gráfico: deviantART
Jajaja, dime la falta, por favor, no podré dormir hasta saverla xD
El próximo capítulo, que ya lo tengo hecho, será más corto, claro.
Gracias por estar ahí siempre, y por tus ánimos! ^^

Publicar un comentario