La esperanza. La esperanza es lo que siento cuando te llamo
y oigo tú voz después de un largo día soñando con ella. Es lo que desaparece
cuando la boca que amo me dice que mañana tampoco, que tendré que seguir
soñando con tu voz, tus ojos y tu sonrisa otro día más. En ese momento, cuando
la esperanza ha volado abandonándome, es cuando aparece el precipicio. Ese gran
agujero en la misma tierra que hace unos momentos sostenía mis huesos, y que
ahora me traga y me arroja a un boquete oscuro en el que no puedo distinguir
fondo ni paredes. Solo el dolor, ese dolor tan característico y reconocible
como un olor o un sabor, como una textura o un sonido. Que cuando me invade,
cuando se mete dentro de mí y va recorriendo toda mi estructura hasta llegar a
la punta de los dedos, sé que es él. “Mañana no lo veré”. Pienso. Y continúo
sin ver el fondo.
Amor mío, tengo miedo. Miedo de que esto me esté haciendo daño
y no pueda dejarlo, que sea como un droga, y no como una pasión. Tengo miedo de
que el precipicio se vaya haciendo más grande cada vez, o que quizás yo tarde
en llegar al final más. De una forma clara: tengo miedo de llamarte mañana y
que duela más que hoy.
Esa es la preocupación con la que vivo cada vez que se
repite la misma situación. ¿Qué ha sido hoy? ¿Qué tenías que trabajar con tu
padre? ¿Comprar las cosas de tu cumpleaños? Yo sufro. Ya, ya sé que han pasado
apenas tres días, y te aseguro que me siento muy muy mal conmigo misma por
necesitarte tan pronto. Pero es que lo pienso y caigo en la dolorosa verdad de
que es muy posible que siempre sea así, que yo te llame, y que tú tengas cosas
que hacer. Tal vez deberíamos dejar de esquivar a algún cruel destino que
quiere que nos separemos. Que yo
encuentre a alguien a quién necesite menos, o tal vez alguien que me necesite
tanto como yo a él; y que tú…que tú encuentres a una chica que sea feliz a tu
lado, que no tropiece con precipicios cada vez que se sienta sola. Soledad de
ti.
Pero todo esto ya lo hemos hablado, taaantas veces. Y yo he
luchado por mantenerme a tu lado, y he sufrido, y he llorado. Me he negado a
separarme de ti definitivamente porque, al fin y al cabo, la droga es tan dura.
Y voy tan ciega cuando estoy a tu lado que, sinceramente, me la suda que tú no
me necesites tanto como yo a ti, los problemas, el dolor…por eso mismo, porque
estoy a tu lado, y eso lo supera todo. Son tan peligrosos esos momentos de
placebo bienestar…me hacen olvidar. El precipicio desaparece de mi memoria.
A pesar de todo esto, mañana despertaré y la vida será maravillosa.
Porque faltará menos para verte, y la esperanza renacerá como fénix de sus
cenizas. Yo, mientras todo gira, seguiré moviéndome con cara de boba en el
círculo vicioso en el que se ha convertido mi vida: sufriendo porque me faltas,
olvidando que sufro cuando te tengo, y volviendo a sufrir cuando me faltas.
Hasta que un día el círculo se rompa.
Qué maravillosa es la vida.